Álvaro Delgado: el “primer ministro” de Luis Lacalle Pou
El presidente electo le tiene una confianza extrema; será el secretario de la Presidencia
Beatriz Argimón abrió la puerta del despacho de Álvaro Delgado y esbozó una sonrisa pícara que denotaba felicidad. No precisó decir nada. A los pocos minutos, fue Javier García el que se retiró anunciando novedades a la brevedad, casi las mismas palabras que usó Jorge Larrañaga, que salió después.
La candidatura de Laura Raffo a la Intendencia de Montevideo era un hecho, aunque faltaban algunas horas para que Luis Lacalle Pou la anunciara y Delgado pudiera respirar aliviado, tachar el tema de su lista y ver que tenía un platillo menos volando por sus aires.
La postulación de Raffo se había cocinado la noche anterior en su casa, en una cumbre de líderes organizada por Lacalle Pou a la que asistieron Ernesto Talvi, Julio María Sanguinetti, Guido Manini Ríos y Pablo Mieres.
Este veterinario que en pocos días cumplirá 51 años, es uno de los dirigentes de extrema confianza del presidente electo, quien lo transformó por la vía de los hechos en un “primer ministro” ya desde la transición.
A pedido de Lacalle Pou, Delgado será el secretario de la Presidencia, un cargo tan importante en el gobierno que tiene su despacho a unos pocos metros del que corresponde al presidente de la República, en el piso 11 de la Torre Ejecutiva.
Sobre sus hombros recayó en estos meses la desgastante tarea de negociar con los cinco socios de la coalición las designaciones en todos los ministerios; elaborar la lista de cargos a otorgar al Frente Amplio; recibir y analizar los CV de quienes serán los directores de los entes y las empresas públicas.
“Hablen con Delgado”, es una frase que suele repetir Lacalle Pou cuando lo consultan acerca de las negociaciones políticas. Sus socios agregan: “ese tema lo tiene Delgado, estoy esperando que me confirme”, en referencia a que es el interlocutor para el armado del gobierno.
Pero el dirigente con el que en 2008 Lacalle Pou fundó el sector Aire Fresco no solo está encima de los asuntos de gobierno.
En enero, mientras muchos de sus correligionarios descansaban, recibía en su despacho del Parlamento a delegaciones blancas del interior que estaban negociando los acuerdos para competir en las elecciones departamentales de mayo.
Ese trabajo fino, que muchas veces exige la reserva, lo llevó a hacer varios departamentos en un solo día, buscando dejar conformes a todos los involucrados de que la solución acordada era la mejor.
Ningún asunto del próximo gobierno ni de la interna del Partido Nacional le es ajeno, y esa capacidad de zurcir, siempre a partir del diálogo, también lo llevó a ser una referencia ineludible para la izquierda y el PIT-CNT.
En 1995 fue secretario de bancada del Partido Nacional, lo que lo llevó a estar en permanente contacto con el FA, y en el gobierno de Jorge Batlle, fue inspector general del Trabajo. Su presencia en los actos del 1° de mayo, el Día de los Trabajadores, ha sido una fija todos estos años, rutina que espera poder continuar haciendo, ahora desde las sillas del gobierno. El cambio no es menor, ya que deberá tomar nota de las críticas para buscar soluciones.
La última legislatura también lo tuvo en la primera línea, principalmente en la comisión investigadora de Ancap, que terminó en la Justicia con el exvicepresidente de la República, Raúl Sendic, procesado por peculado y abuso de funciones.
La noche del domingo 24 de noviembre, el día del balotaje, la sede del sector Todos, el búnker de Lacalle Pou, era un bullicio. Los militantes se amontonaban sobre el estrado con el grito atragantado mientras adentro el candidato y sus asesores más cercanos deliberaban qué hacer.
Uno de ellos era Delgado, que teléfono en mano, hablaba con Javier Miranda, el presidente del Frente Amplio, y le transmitía que esperaban que Martínez reconociera la derrota, algo que finalmente no ocurrió y transformó a Lacalle Pou en un “presidente clandestino” -como él mismo se definió- durante una semana.
Una de sus frases de cabecera, para referirse a las negociaciones políticas, es que “nada está acordado hasta que todo está acordado”, la cual utiliza para referirse a que se extendieron más de lo previsto.
La tarde en que Argimón se retiró con una sonrisa pícara, la guardia del Palacio Legislativo fue advertida de cambios en el cronograma: una reunión de embajadores de Israel e Italia con Delgado se posponía un día. El mano derecha del presidente electo todavía tenía que determinar el orden de las suplencias de Raffo.
*Entrando a la Torre Ejecutiva*
La decisión de Martínez de no reconocer la derrota hizo que Lacalle Pou debiera esperar una semana para poder entrar a la Torre Ejecutiva a reunirse mano a mano con Tabaré Vázquez. Ese día, en conferencia de prensa, confirmó a Delgado como secretario de la Presidencia, con lo que desde ese momento el dirigente también quedó a cargo de administrar una unidad ejecutora grande como un ministerio.
Desde el lunes, deberá negociar con Katoen Natie que amenaza con un nuevo juicio por la Terminal de Contenedores en el Puerto de Montevideo. También, estar al tanto de lo que pase en Washington, donde se realiza el juicio de Aratirí contra el Estado uruguayo.
Esa resolución también cayósobre sus manos, al igual que los juicios de la empresa de telecomunicaciones Italba y Caballero Verde, una empresa panameña que compró las acciones de Pluna.
Sobre los tres espinosos casos, y sus voluminosos expedientes, fue informado en la sede del gobierno, durante reuniones de transición en las que junto a Rodrigo Ferrés, el prosecretario designado y también hombre de confianza de Lacalle Pou, transmitieron que seguirán con la estrategia uruguaya.
El nombre de Delgado también es el que repiten los empresarios que se acercan al nuevo gobierno con proyectos de inversión, a quienes recibe con los brazos abiertos y ansioso de que le den aire fresco a las cuentas públicas al inicio de la gestión.
Fuente: El Observador