Beatriz Argimón, una mujer a la cabeza del partido de Oribe
Julio de 1989. Los padres de Beatriz Argimón esperaban ansiosos a que su hija volviera de la Facultad de Derecho para poder, por fin, abrazar a la nueva escribana de la familia. Cruzó la puerta de su casa y antes de que siquiera esbozaran un «¡Felicitaciones!» les dijo: «Mamá, papá, en noviembre soy candidata». Argimón no solo le estaba dejando claro a su familia que su título universitario pasaba a un segundo plano frente a sus ganas de ser edila de Montevideo por el Partido Nacional. También estaba expresando fuerte y claro que iba a definirse con dos palabras: mujer política.
«Para ellos fue muy removedor. No era común que una chica dijera ´quiero ser mujer política´», cuenta Argimón casi 29 años después y a poco de que empiece un nuevo capítulo en esa historia. En algunas semanas –prefiere no decir cuántas- será la presidenta del Directorio del Partido Nacional. Ahora es una de sus secretarias junto al diputado Pablo Abdala y el intendente de San José, José Luis Falero. El organmsmo es presidido por el senador Luis Alberto Heber.
Cuando esa fecha que quiere mantener en secreto llegue, pasará a ser la primera mujer en ocupar el cargo dentro de su partido.
Durante décadas, Argimón insistió en que querer ser «mujer política» era todo menos un capricho. Tal vez el primer indicio de ello sucedió cuando tenía 17 años y su madre la acercó al Movimiento Nacional de Rocha para que empezara a militar con los blancos. O tuvo que ver con ello su presencia, en las reuniones con movimientos de jóvenes que se manifestaban en contra de la dictadura militar o en las que organizaba en su casa como dirigente de la Federación de Funcionarios de OSE.
Puede que incluso esa vocación naciera a partir de la charla que tuvo con su padre el 27 de junio de 1973, cuando las sentó a ella y a su hermana en el sillón de su casa a explicarles «lo nefasto» de aquel día. Y es probable que uno de los ejemplos más claros de su rol en un mundo liderado principalmente por hombres, haya sido la fundación de la Red de Mujeres Políticas del Uruguay, de la que también participaron la frenteamplista Margarita Percovich y la excolorada y actual frentista Glenda Rondán y que fue la antesala para que años después formaran la Bancada Bicameral Femenina.
A Rondán la conoció cuando ambas eran dos jóvenes que soñaban cada noche con la vuelta de la democracia. Los años pasaron y si bien en su militancia partidaria discrepaban, junto a Percovich y las demás integrantes de la red aprendieron «que era mejor consensuar en lo que estaban de acuerdo para salir adelante», según recuerda Rondán, para quien Argimón es «su hermana chiquita».
Era común que ambas se reunieran en las sedes de sus partidos. Rondán llegaba a la del Partido Nacional con el tapado más rojo que había encontrado en su armario, y Argimón estacionaba su auto empapelado con calcomanías nacionalistas frente a la sede del Partido Colorado.
Y si alguna participaba de un acto político, la otra dejaba por un momento la bandera partidaria y la acompañaba. «Lo hice y lo volvería a hacer si es un acto de Beatriz», dice Rondán a El Observador, convencida.
Tanto camino recorrieron juntas desde rutas diferentes que quisieron las vueltas de la política que pisaran el Palacio Legislativo al mismo tiempo.
Ambas fueron electas diputadas para la legislatura que comenzó en el 2000, cuando Jorge Batlle fue elegido presidente. El Parlamento fue el soporte necesario para que Argimón pudiera impulsar y apoyar legislaciones que defendían los derechos de las mujeres y de los niños, dos de sus grandes obsesiones.
En esa línea y con un camino ya recorrido en el mundo político, la exdiputada eligió elevar la voz en contra de la baja de edad de imputabilidad, a favor del matrimonio igualitario, de la ley de cuota política femenina o la del acompañamiento en el parto, a la que Rondán llama «la ley Argimón». También lo había hecho unos años antes de ser legisladora, cuando mientras Luis Alberto Lacalle era presidente de la República, presidió el entonces Instituto Nacional del Menor (Iname, hoy INAU) y sacó adelante la línea de teléfono para denunciar maltrato infantil.
Blanca en varios frentes
Es jueves 8 de marzo y Argimón lleva puesta una blusa blanca sobre la que resalta una escarapela violeta. No es la única. Vestidas de la misma manera, más de una decena de mujeres nacionalistas que pertenecen al Centro Josefa Oribe se ubican detrás de una pancarta en la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Algunas de ellas la abrazan y felicitan por su nuevo cargo en camino.
Marcha contra la violencia de género y la desigualdad y piensa, mientras tanto, en «las que vienen» andando ese mismo trayecto. Por eso se emociona cuando una adolescente a la que parece conocer hace bastante se le acerca a saludarla. «Me hace acordar a mí cuando tenía su edad porque milita en el Movimiento Nacional de Rocha», dice mientras le sonríe.
De inmediato, recuerda cómo en su casa el Partido Nacional siempre era tema de conversación, con una impronta herrerista por parte de su padre y wilsonista por el lado de su madre. Quizá convivir con los dos grandes polos blancos fue lo que la llevó a que a lo largo de su militancia integrara ambas filas. Estando de un lado o del otro, escuchaba discursos de políticas del mundo, desde la argentina Elisa Carrió a la estadounidense Hillary Clinton. Y algo le llamaba la atención: «Siempre había un dirigente político varón aperturista que las defendía». ¿Quién es ese hombre para ella? Argimón no duda en responder que se trata del senador y líder del sector Todos, Luis Lacalle Pou. Lo menciona porque lo considera un líder «que mira más allá de los sectores o de la coyuntura».
Hace un par de semanas, Lacalle Pou la llamó y le dijo que quería que fuera ella quien pasara a presidir el directorio del Partido Nacional. Argimón sintió que más que un pedido fue «un empujón». El empujón que quienes la conocen entienden que necesitaba una mujer a la que la política «le ocupa el alma».
Fuente: El Observador